Una mudanza es un cambio importante para cualquiera. Sea para agrandarnos, sea para achicarnos, sea para estar más cerca de, sea por trabajo, cualquiera sea la causa, los más afectados muchas veces resultan ser los chicos. ¿Cómo podemos hacer para que transiten esta experiencia de la mejor forma?
Los días previos a la mudanza suelen ser agotadores para nosotros, los padres, porque además de tener que continuar con el trabajo diario, se suma la tarea de guardar todo en cajas o canastos, dormimos menos, nos preocupamos pensando si vamos a poder con todo a tiempo o lo que implicará este cambio para toda la familia.
Luego llega el día de la mudanza y entre que cuidamos que no falte nada, que no rompan aquello, ni golpeen lo otro, nos acostamos esa noche tan cansados como si un tren nos hubiese pasado por encima.
Los días siguientes continúa el cansancio. Además de las actividades cotidianas, tenemos que desarmar todo lo que embalamos, armar muebles, colocar apliques, colgar adornos…
La mudanza es un combo que nos consume muchas de nuestras energías.
Sumado a que nos sentirnos cansados, nos sentimos mal y culpables porque dejamos de prestarles la misma atención a los chicos o les tenemos menos paciencia, o los vemos menos porque para poder hacer todo necesitamos que se queden en lo de alguien.
Para los chicos la mudanza no es sólo el cambio de una casa a otra, sino que es una habitación nueva, ruidos desconocidos, luces nuevas que se cuelan por la ventana, y una disposición diferente del mobiliario de su cuarto.
A veces también implica el cambio de vecinos, de barrio, de colegio, de provincia o de país. Implica capaz dejar de ver a determinados familiares o personas significativas, descubrir los nuevos negocios del barrio, hacerse nuevos amigos, encontrar las paradas de los transportes públicos.
Tantos cambios, derrumba muchas veces seguridades que los chicos sentían sobre determinados aspectos y en ese espacio aparecen los temores y las fantasías: “¿Dónde quedarán mis juguetes? ¿Vendrá un camión de basura a llevarse todo? ¿Se acordarán mis papás de llevarme? ¿Cómo será la nueva casa, el nuevo barrio o colegio? ¿Me aceptarán?
A veces la mudanza es para mejor: nos mudamos a un lugar más grande, o compramos una casita o pasamos a vivir en un barrio más seguro. Si bien no deja de ser un cambio, sabemos que nos espera algo mejor y aunque estamos cansados disfrutamos del traslado. Pero otras veces nos mudamos porque no queda otra y tenemos que achicarnos, vender lo que teníamos o irnos más lejos para abaratar costos. Esta situación nos produce tristeza, angustia, preocupación o nervios que sin darnos cuenta les transmitimos a los chicos.
También puede suceder que los chicos nos pregunten o no sobre la mudanza, y que les demos demasiada información o explicaciones creyendo que eso va a dejarlos tranquilos pero luego descubrimos que los preocupamos más.
Estas fantasías que los chicos entretejen, junto a sus temores y las preocupaciones que les transmitimos los desestabilizan. Como son pequeños y emocionalmente inmaduros sufren mucho estos cambios.
A veces expresan ese dolor o miedo a través de pesadillas o berrinches. También lo pueden canalizar con la pérdida de independencia, sienten que no pueden hacer nada solos y nos necesitan para todo, hasta intentan dormir con nosotros. Algunos chicos vuelven a usar chupete o se hacen pipi en la cama.
Estos signos son pedidos de atención y ayuda, requieren que reflexionemos qué podemos hacer por ellos.
¿Cómo podemos ayudarlos a vivir de la mejor manera esta mudanza?
A los grandes nos cuesta más adaptarnos a los cambios, en cambio los chicos lo viven como algo más natural porque siguen en proceso de descubrir el mundo. Mostrarles que es posible adecuarse con alegría, aunque por dentro estemos tristes, preocupados o angustiados, sin duda favorece la adaptación y en última instancia verlos a ellos bien sin duda nos hace también bien a nosotros.
Si podemos, es muy importantes que las cosas de los chicos (juguetes, ropa, libros, muebles) sean las últimas cosas para embalar y llevar y las primeras en abrirse para poner en su lugar. Alterarles lo menos posible su espacio durante la mudanza y dejarles lo más armado posible el cuarto para cuando llegan los ayuda a reconocer sus cosas y brindarles seguridad.
En caso de que la mudanza implique que tengamos que dormir unos días en otro lugar hasta llegar a la casa nueva, es bueno que preparemos una mochila viajera para cada uno de nuestros hijos con algún juguete, ropa, peluche preferido o almohada que les sea significativo y les trasmita pertenencia.
A veces es bueno leerles un buen cuento para niños sobre una mudanza y conversar juntos sobre lo leído, lo que sienten y sus temores. A través de las situaciones que vive el personaje o las ilustraciones del libro los chicos pueden comprender mejor lo que significa una mudanza y evitar así crear fantasmas.
También puede funcionar una representación del proceso de la mudanza con casitas, camiones, y cajas. Jugar con ellos y explicarles donde van las cosas, cómo se llevan de un lugar a otro puede también colaborar a que ellos proyecten la situación más gráficamente.
Por último creemos que es bueno tratar de mantener antes, durante y los días después de la mudanza toda actividad que para ellos sea rutinaria, aunque estemos cansados. Para ellos esas rutinas son marcos de referencia que lo pueden ayudar a no sentir tanta inestabilidad.