Mano a mano con el maestro integrador

En los últimos años, cada vez es más común encontrar un maestro integrador junto con nosotros en el aula. Un adulto profesional que acompaña y coopera en la integración pedagógica y social del alumno que tiene necesidades educativas especiales. Un profesional que se inserta en el aula y que trabajará codo a codo con nosotros para adaptar, sostener y potenciar de modo personalizado las capacidades de este niño.

Este profesional no es un maestro auxiliar de clase que si la maestra se ausenta asume su rol ni tampoco va banco por banco auxiliando a todos los que presentan dudas o dificultades. Su presencia en la clase es silenciosa, sus modos suelen ser dulces y pacientes. A menos que el maestro solicite su colaboración o punto de vista, su labor se acota al seguimiento del pequeño del cual está a cargo.

Pero puede pasar que en esta situación se desdibujen los roles, que no se sepa quién tiene que poner límites con ese niño, quién debe evaluarlo, quién debe corregirlo, quién debe explicarle cuando hay algo nuevo, ¡¿cuál de los dos es su maestro?!…

Estas preguntas constituyen un desafío que vale la pena encarar. He aquí algunas sugerencias que pueden orientarlos:

  • Anticipar a la maestra integradora la planificación mensual, semanal, fotocopias y evaluaciones para que ella pueda adaptar los contenidos y preparar al niño para los futuros aprendizajes.
  • Ubicar al niño con dificultades y a su maestro estratégicamente: se sugiere hacia el fondo para que si necesitan conversar no molesten al resto. Asimismo, se sugiere ubicarlo cerca de niños que puedan colaborar con él en tareas grupales, que sean pacientes y que gusten de incorporarlo.
  • Favorecer situaciones de trabajo en equipo en el aula. Esta es una modalidad que permite la interacción con sus pares, que lo enfrenta de igual a igual con sus compañeros, que permite mayor autonomía respecto de sus maestras, que permite que los alumnos cooperen entre sí y resuelvan situaciones, que permite que se desenvuelva de un modo “independiente”. Son momentos ricos para el intercambio social, cognitivo y sobre todo, para fortalecer su autonomía y autoestima.
  • Dedicar tiempo para ver sus producciones, evaluar oralmente sus aprendizajes, hacerle participar con preguntas o tareas sencillas que pueda resolver, exigirle según sus capacidades. Interesarse por sus trabajos y reconocer sus logros.
  • En caso de ser necesario, apoyar, acompañar y poner límites en su conducta.